Ya
Pessoa plantease que el poeta se provoca el detonante creativo, para escribir
lo que siente e inducir en otros lo que él no puede experimentar. Deduzcamos
por tanto que todo ello se compone de tres pasos: lo poeta – lo poema – lo poesía.
No es casualidad que exista
correspondencia directa con las tres personas gramaticales: lo yo – lo tu – lo
él o ella. Por consiguiente, “lo poeta” abarca al ser humano emocionado que
engendra el origen del poema cuando aún es sólo una quimera. “Lo poema”
aquilata el objeto sustantivo en que la palabra (materia prima) sometida a
presión y percusión técnica toma “corpus” en virtud de darle física a la
emoción. Al fin, “lo poesía” será el contagio de la carga emocional que el
cuerpo gramatical contiene, algo así como la relación que existe entre el
explosivo y su deflagración. Claro está que el aglutinante es el imprescindible
proceso creativo y reproductivo de la poética común a todo arte.
Entonces
es obvio discernir que sólo “lo poema” posee una entidad física, ya que “lo
poeta” fuera de su exclusiva función deviene en autor como legítimo
representante de un ente efímero y “lo poesía” queda al libre albedrio de
aquellos individuos que se sometan a tales influencias.
Una
vez llegados a este punto, no puedo dejar al pairo el analfabetismo con el cual
se producen la mayoría de los autores, una buena parte de los críticos y esa
masa amorfa y pretenciosa de aficionados que con sus composiciones
hagiográficas y su furtivismo sensiblero siquiera le es posible caer en la
cuenta.
Desechemos
pues la confusión y la ignorancia como equivalentes de la libertad creativa,
sobre todo porque la literatura es imposible sin un ejercicio extremo de
libertad.
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